Disfrutar el presente
Muchas veces nos preocupamos y perdemos la paz por cuestiones superfluas, sin importancia real y descuidamos imprudentemente las relaciones, los buenos planes y ese tiempo donde alguna vez hemos comprobado que suele acampar la felicidad
La resistencia frente a la adversidad junto a la capacidad para reconstruirse saliendo fortalecido del conflicto es lo que caracteriza a la resiliencia.
Diremos que la mayoría de nuestras preocupaciones y ansiedades vienen de pensar en el pasado y pre asumir el futuro. Muchas veces pensamos en lo que tuvimos, perdimos y sufrimos o disfrutamos en otros tiempos, y comparamos esas experiencias con nuestro presente. Dilapidando un tiempo que no volverá y sobre el que ya no tenemos opción ni control.
Otras veces queremos anticipar qué traerá el mañana o cómo podremos controlar nuestra vida de manera que obtengamos lo que tanto ansiamos o evitemos lo que nos asusta. En esta reflexión constante sobre lo que fue y lo que puede ser, nos perdemos de lo único que realmente existe: el ahora.
Parece que hoy nos entrenan para vivir preocupados por el futuro, para tratar de prevenir todo lo negativo o peligroso que pueda pasar. Llenos de temor y de tensión, el hombre de hoy imagina de la peor manera el desarrollo de los acontecimientos. Todo esto sin darse cuenta de que el futuro no existe, y no ha llegado todavía, así que también podría presentarse de una buena manera.
La práctica de vivir en el ahora usualmente nos regala calma, y con esa calma viene el disfrute y la salud.
El pasado y el futuro
Seguramente hemos escuchado una frase popular que sugiere «ocuparte en lugar de preocuparte». Entonces, habría que decidirse a no angustiarse más por el futuro y en su lugar, comenzar a ocuparnos en el presente, de tomar las decisiones y realizar las acciones más adecuadas, para que el futuro sea un buen momento.
De la misma manera sucede con el pasado, vivimos apegados al recuerdo de lo que pasó, con el deseo de que las cosas hubiesen ocurrido de una manera diferente, o permanecemos atados al recuerdo doloroso de alguna situación ya vivida y de la cual no nos hemos podido liberar. Lo más importante es saber que no podemos alterar o cambiar el pasado, que sólo podemos crecer a partir de cada momento vivido, con dolor o con felicidad, de manera que si deseamos cambiar alguna circunstancia vivida atrás, tendremos que poner atención en el presente para actuar conscientemente y así evitar que pueda volver a suceder.
La capacidad resiliente
La fortaleza de la resiliencia nos permite vivir en el presente, comenzar a reconocer todas las oportunidades, las respuestas y las soluciones que la vida nos da aquí y ahora, atendiendo a lo que está sucediendo en este momento, aprendiendo a estar en presente con los cinco sentidos conectados y alertas. Una buena respuesta es practicar un ejercicio de ubicación. Mirar a nuestro alrededor para encontrar puntos de referencia, observar el cielo, sus colores, la densidad de las nubes, reconocer el lugar en el que nos encontramos, poner los pies en el suelo, hacer contacto con la tierra, observar cómo estamos vestidos en este momento. Esta práctica permitirá regresar al momento presente y ocuparse de hacer una sola cosa a la vez. No le permitas a tu mente distraer tu atención. Generalmente tendemos a la dispersión creyendo ser más efectivo si manejamos varias cosas a la vez pero esto puede ser erróneo, pues en la medida en que dividimos el foco de atención, perdemos la capacidad de reconocer y memorizar los detalles, así como disminuimos la capacidad de respuesta efectiva que es proporcional a la atención. Muchas veces son los pendientes urgentes los que nos impiden estar en presente, nos llevan hacia el futuro o hacia el pasado.
Las primeras investigaciones sobre resiliencia comenzaron con personas que habían pasado por un gran trauma como catástrofes, terrorismo o violaciones, situaciones todas ellas que suelen producir estrés postraumático. Pero en los últimos años han aumentado las consultas de personas afectadas por síntomas parecidos con una problemática más común, como una pérdida de trabajo o una ruptura sentimental.
En este sentido, el desarrollo de una mayor resiliencia y ser conscientes de la existencia de esta capacidad humana suponen una oportunidad para superar los retos que se presentan en el día a día y estar preparado ante esos dos o tres acontecimientos traumáticos que se presentan en la vida de toda persona y que pueden llegar a ‘romperla’.
¿Cómo se trabaja LA RESILIENCIA?
Partiendo del autoconocimiento de capacidades y vulnerabilidad de cada persona a través de la aplicación de una escala de resiliencia basada en 10 dimensiones, los resultados en cada caso individual ayudarán a poner en marcha un programa individualizado y que se centra en las áreas más vulnerables para fortalecer a la persona. Estos diez pilares son:
1. Introspección: capacidad de observarse, conocerse a sí mismo y darse una respuesta honesta en relación al mundo exterior
2. Motivación esencial: capacidad de darle sentido a la vida creando su propio proyecto transcendente.
3. Autorregulación emocional: capacidad de afrontar tensiones sin victimismo como parte de la vida, debilitando la respuesta al estrés.
4. Independencia y autonomía emocional: capacidad de mantener distancia emocional y física ante los conflictos sin caer en el aislamiento. Saber fijar límites entre uno mismo y el medio con problemas.
5. Confianza en si mismo y en sus propios recursos: adecuada autoestima, iniciativa y responsabilidad para lograr autonomía personal.
6. Capacidad de relacionarse: habilidad para establecer vínculos afectivos con otras personas creando relaciones saludables. Equilibrar la propia necesidad de afecto con la actitud de ayudar a otros.
7. Actitud positiva y optimismo: capacidad para resolver problemas de forma creativa, desdramatizando.
8. Sentido del humor y creatividad: para resolver problemas relativizando y sabiendo encontrar lo cómico en la propia tragedia.
9. Colaboración y compromiso: capacidad de comprometerse con valores y ayudar a otros.
10. Moralidad, ética y coherencia: mantener una unidad de vida entre lo que se dice y lo que se hace fundada en criterios sólidos.
Para prevenir el estrés y vivir con resiliencia, se propone 12 consejos sencillos para que la sobrecarga laboral y la presente en otros ámbitos de la vida no anulen las posibilidades de vivir con plenitud el día a día:
1. Reflexiona sobre qué es lo que de verdad te importa y vuelve a orientarte a tus objetivos vitales.
2. Desconecta al llegar a casa para conectar con tu familia o amigos.
3. Proponte pistas de frenado auténticas cada fin de semana para regular el estrés y mantener las amistades.
4. No admitas en tu vida las quejas. Son improductivas y pierde calidad tu personalidad.
5. Enfócate en el área de influencia en vez de en el área de preocupación para eliminar cuanto antes los conflictos.
6. Aprende a sonreír y manejar la comunicación asertiva y no violenta ante los conflictos.
7. No te dejes invadir por la inmediatez. Vivir pendiente de los mensajes va en detrimento de la calidad de vida personal y laboral.
8. Crea un espacio de paz donde poder pensar y recuperar tus coordenadas vitales ante la prisa y el estrés.
9. Evita las discusiones mediante inteligencia emocional: inteligencia para saber a dónde voy y empatía para entender al otro.
10. Mantén la forma física: alimentación sana, sueño adecuado y hacer ejercicio con regularidad.
11. Practica la ‘ecología informativa’: no difundas malas noticias gratuitamente.
12. Dedica tiempo a tus amigos de siempre y cultiva tus aficiones.
Planificar con flexibilidad nuestra vida, viviéndola día a día en función de nuestra capacidad resiliente y en tiempos reales nos permitirá reconocer cada cosa positiva que sucede en nuestro entorno inmediato, y apoyarnos en ello para ganar confianza y optimismo.
Fuente: Marcelo D. Vázquez Avila – Instituto Español de Resiliencia. Imagen: Infosalus.com